
ahora soy
Nombrarse es indispensable (por necesidad administrativa y por reconocimiento social), sin embargo, nunca somos idénticos a quienes fuimos: ningún registro alcanza para capturar una identidad. En un mundo líquido, esta no se preserva: se disuelve y se rehace una y otra vez. El «ser» no es una costura estable que atraviesa la vida, sino una superficie sensible, moldeada por el roce del tiempo, la presión de los entornos y la economía de la atención (Bauman, 2000).
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«AHORA SOY» para mí –como artista– es más que una frase: es una práctica estética y ética. Es una corriente filosófica que reclama la inestabilidad humana como principio fundante. En este planteamiento, negarse a fijar la identidad no es su ausencia, sino tomar una posición política y poética. No somos mercancías que necesitan un SKU; somos procesos, flujos y procedimientos que auto-actualizan su nombre, ambiente y forma. La identidad entonces se vuelve un vector: tiene dirección (hacia quién o qué nos orientamos), módulo (la intensidad con que nos afirmamos) y sentido (la orientación ética o poética de esa afirmación).
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El gesto de renunciar a la obsesión por hallarse —«I will give up my search for identity as a deadend investigation»— no es rendirse, es abrirse. Abrirse a ser receptor: dejar un hueco, hacer vacío para recibir información cósmica, espiritual o contingente. Ese hueco no es nada nihilista; es una cámara receptora, una placa fotosensible que acepta impresiones nuevas sin tratar de convertirlas de inmediato en etiquetas permanentes. Renunciar al ego del artista significa elegir la responsabilidad humana de resentir el cambio primero: priorizar la vida sobre la marca que deja mi nombre y la conversación sobre la notoriedad de esta experiencia.
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Así, «ahora soy» no es negación de sentido, sino la búsqueda radical –pero no fija– que hay dentro de uno mismo. Es un gesto de reconocimiento —«within the knowledge of ourselves»—, como dice la profesora Bayyinah Bello: “there isn’t anything that you do that’s not a prayer when you know who you are”. Es una pronunciación del sentido que hay en el dejarse ser en tu total expansión, muerte y resurrección constante. Vivir desde esta conciencia convierte cada acción en un rezo, cada gesto en un acto de conexión. La identidad líquida deja de ser mera dispersión y se vuelve práctica devocional: sabernos múltiples y cambiantes no nos condena a la nada, sino que nos permite encontrar un sentido más profundo en la inmanencia de lo cotidiano.
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En última instancia, afirmar que «identity changes continuously as multiplied by time (identity is a vector)» es tomar el tiempo como operador multiplicador: el tiempo no pasa por encima de una esencia inmutable, sino que actúa sobre la identidad como un factor que agranda o reduce, gira y proyecta. La vida artística y la vida humana se entrelazan en una espiral donde las identidades se nombran, se abandonan, se recogen y se vuelven a nombrar. Esa corriente —esa filosofía de la fragmentación personal— propone vivir como quien entiende que el yo no es un destino sino una práctica: una firma que se rehace cada día.
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Natalia Ramírez, 2025
+++ un manifiesto artístico
